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sábado, 15 de noviembre de 2014

Una crítica de otras muchas miles.

¿Nunca has tenido la sensación de que nada tiene sentido? ¿Qué hagas lo que hagas… no va a servir para nada? Tu gran deseo de un pequeño gran cambio que nunca va a llegar. El sentimiento de inutilidad, porque sabes que es imposible ese cambio. El que siempre has deseado para hacer el mundo un poquito mejor. Y tu subconsciente dice dentro de tu cabeza: “¿A caso piensas que la buena acción de una simple persona puede cambiar a miles de millones?”

Y sabes que tiene razón, pero una pequeña parte de ti todavía cree que es posible. Sólo hace falta un pequeño empujón. Que el mundo esté dispuesto a cambiar. Que los humanos abramos nuestra mente, y le demos alas a nuestra vida. Para volar, alto y sin miedo. Sin miedo a un gran cambio. Para así, poquito a poco aportar un granito de arena que dará sus frutos. Un mundo mejor.
Pero vuelves a la realidad, y ves que nunca sucederá tal cambio. El mundo es demasiado ciego para ver que hay mejores caminos a seguir. Todo es una rutina, que al final acaba aburriendo a cualquier persona. ¿Dónde están esos momentos de felicidad? Sí, esos pequeños momentos que dejan huella. Compartir risas con un amigo y el cariño de una madre. La diversión de jugar con tu padre y el amor de tus queridos abuelos. Todo eso con el tiempo se pierde. Cada vez nos volvemos más independientes hasta ser fríos como el hielo.

Poco a poco, el mundo va empeorando. Las personas son más crueles, hipócritas y con mente cerrada. Tenemos unos estereotipos de lo considerado “correcto” y “no correcto” que muchas veces no son ciertos.

Y sí, digo yo, hay esos estereotipos de lo “perfecto”, y las personas están de acuerdo con ello… ¿Por qué siguen habiendo crisis en los países? Guerras, peleas, corrupción, maltratos, secuestros y… muerte. ¿Dónde está lo correcto ahí? Ya ha llegado un punto en que incluso es normal para la sociedad actual.

¿Dónde está el sentido común de las personas?...

Ven correcto el inicio de interminables guerras, que causan miles de destrozos… ¿Quién piensa en el daño que hacen? Y las personas que mueren… ¿Quién las tiene en cuenta? No merecían morir por una guerra con objetivo de conseguir poder. Ellos no merecían su muerte.

Y el tema del amor… ¿Por qué solamente es correcto que hombres y mujeres estén juntos? ¿Cuál es el problema en enamorarte en alguien del mismo sexo que tú? ¿A caso hieres a alguien? No como en las guerras, eso sí que es letal. Pero el mundo ve eso más correcto que dos personas del mismo sexo enamoradas…
¿No tenemos derecho todos a amar? ¿A ser felices? Entonces… si eres feliz con esa persona, ¿qué más da si sea hombre o mujer? Quieran a quien quieran, no dejan de ser personas. Personas como tú que estás leyendo esto o como yo, que con mi más sincera queja de la sociedad del momento, estoy escribiendo esto.

Y quizás puedes pensar que hago perdiendo el tiempo en escribir esto, ya que sólo soy una joven adolescente que no sabe todavía que dura es la vida. Pero esta adolescente observa a su alrededor, y se da cuenta de que las cosas podrían cambiar. O, al menos, tiene ese pequeño sueño de cambiar el mundo. Y sabe que ella sola no va a conseguir nada pero aun sabiendo esto, lo intenta y puede irse a dormir sabiendo que ha intentado hacer algo para que suceda este esperado cambio.

Que nunca va a llegar…

Pero, ¿cuál es el problema?
Soñar nunca es un problema, todos tenemos sueños.

El problema es…


¿Soy la única que tiene este sueño?


domingo, 25 de mayo de 2014

Ahogada en un vacío llamado "Soledad".

Y es en ese amargo momento cuando te das cuenta de que en realidad no tienes nada. O mejor dicho, nadie. Ese agridulce momento, recordando lo que solías tener y viendo cómo todo va desvaneciéndose poco a poco, llenándose de vacíos agujeros que, desgarrados, suplican volver a sentirse completos. Escenas efímeras sobrevuelan tus recuerdos, poco a poco, alejándose más y más hasta que parecen sueños, más bien deseos. Deseos que ojalá fueran constantes en tu triste vida.

Un sentimiento de soledad, que viene acompañado de tristeza. Hace que florezca una presión en tu pecho y vaya aumentando hasta que apenas puedas respirar. A veces incluso deseas que acabe su trabajo, conseguir por fin alcanzar esa maravillosa luz blanca que te hace sentir cálido, acompañado, querido… Pero nunca sucede. Se escapa de tus manos, que tiemblan de impotencia, por no ser capaces de hallar la solución de tu deprimente existencia.

Intentas recordar la última vez que sonreíste. Pero con una sonrisa sincera, sin fingir para que no se note tu culminante depresión. Tampoco es que a nadie le fuera a importar, pero sigues fingiendo. Intentas recordar, aunque sólo sea una vez, cuando la felicidad y tú eráis uno.

Flashbacks de cuando eras una simple pequeña niña, pequeña pero llena de felicidad. Donde podías saltar por la pradera sintiendo la dulce brisa, tan tranquilizante y embriagadora que acariciaba tu feliz rostro. Tú corrías y cantabas, sonriendo y contenta. Divisando de fondo a tus padres, que te llamaban para que fueras. Tú estabas tan emocionada que saltabas en los brazos de tus padres, que estaban preparados para darte un amoroso abrazo. En ese momento eras feliz. Tenías familia, amigos, una vida, podría decirse, envidiable.

Pero, de repente, todo se vuelve negro. Tú, presa del miedo, corres hacia tus padres, pero cada vez están más lejos, hasta convertirse en un diminuto punto en la lejanía. Empiezas a llorar porque no hay nadie. Sólo estás tú en una habitación negra. Sin ningún brote de luz. Sólo oscuridad.

¿Cuándo fue la última vez que alguien se preocupó por ti? ¿Qué cuando te vieran triste, se acercaran y, con una sincera mirada, te preguntaran que te pasa?

Que en sus ojos se viera preocupación real, no mera cuestión de compromiso por, simplemente, quedar bien ante los demás que, fijamente, están mirándote pero ignorándote, como si fueras un repugnante bicho.

Llegas a casa después de un solitario día. Entras en tu habitación e intentas llorar, pero ni las lágrimas se dignan a hacerte compañía. Sólo tu angustia y desesperación de que no tienes remedio. Tu destino es vivir así día a día. Sabiendo que tú mismo y tu reflejo sois la única compañía existente.

Ya nada más importa. Te haces la idea de que el problema eres tú. De que algo malo habrás hecho para que a nadie le importes. Pero, ¿tan mala persona llegas a ser?

Nadie es perfecto, eso tenlo por seguro pero, ¿realmente te mereces esto? Ya que esto no puede llamarse “vida”.

Siempre intentas hacer lo posible para provocar sonrisas en los rostros de los demás, sin tener en cuenta tus necesidades o caprichos. Ciega por llevar felicidad a cada persona que está en tu vida. Siempre esforzándote y sacrificándote por esas personas. Las mismas que después te dejan de lado, llamándote solamente cuando eres de utilidad.

Triste, pero cierto. A ver si te haces ya a la idea. No eres importante, sólo una simple herramienta de las personas. Y aunque te duela admitirlo, sabes que es cierto.

Ya has experimentado el dolor que se siente cuando te dicen que te van a ayudar, que no temas, todo se arreglara, “que siempre estarán ahí para ti”. Y luego esperar y esperar. Nadie está “ahí”. Has tenido un malísimo día y estabas ansiando la llegada de ese mensaje que dijera: ¿Qué te pasa? No te preocupes, aquí estoy y nunca voy a dejarte.

Y ese mensaje nunca llega. Tus esperanzas van disminuyendo y vas dándote cuenta de que no eres importante para nadie. Apuestas que, si te fueras, nadie lo notaría.

Tampoco quieres pedir ayuda. ¿Para qué? No servirá de nada. Lo único que puedes obtener es un: En serio, mira que eres pesada, ¿eh? O un: Otra vez con lo mismo, a ver si lo superas de una vez, que ya eres mayorcita para afrontar tus propios problemas por ti misma.

Y sabes que en el fondo tienen razón. Sólo existes para que otras personas puedan ser felices a causa de utilizarte. La única vez que sonríes es cuando recibes un agradecimiento por alguna ayuda prestada. Y tan sólo dura un segundo porque después, te dan la espalda y se juntan otra vez con su grupo de amigos. Y tú estás sola. Tampoco lo notas. ¿Tan deprimida estás para que ya no sientas la soledad?

Empiezas a pensar que quizás sobras en este mundo. Que no deberías haber nacido y, como castigo, vives miserablemente día tras día.

Empiezas a fantasear como es eso conocido como “la muerte”. Como se sentiría ser atropellada por un coche o apuñalada por un demente asesino. Maltratada, deshidratada, muerta de hambre, envenenada… La verdad es que pensar en que desapareces te hace ser feliz. Al fin y al cabo, no estás perdiendo nada, porque no lo tienes.

Son maneras fáciles de desaparecer y acabar con esta tristeza. Pero nunca las llevas en acción. Porque sabes que eso es de cobardes. De mentes débiles, el recurrir al suicidio. Porque sabes que por muy destrozado estés, vales algo como para morir así. Porque si desaparecieras, las personas no tendrían a nadie a quien poder utilizar.

Y entonces, sola, como cada noche, vas a tu cómoda cama e intentas dormir, aunque sabes que no lo conseguirás.

Tus miedos eran quedarte sola y no ser importante para las personas. Esas eran tus pesadillas. Tu sueño era que le importases a alguien, pero, ya, ¿qué más da?

Todos tus miedos se han cumplido, y tus sueños, hechos añicos. Entonces, ¿para qué necesitarías dormir? Si todo lo que sueñes va a ser inútil, porque tus pesadillas se han hecho realidad.

Sabes que estás sola, y siempre lo estarás. Te haces ya la idea. Pero lo asumes. Por mucho que llores, nada se solucionará. Y ya todo te da igual, porque no hay nada que pueda salvarte…




Salvarte de tu triste soledad.

jueves, 1 de mayo de 2014

Una rima de un triste desamor.

Ella era una chica triste. Recuerdos amargos fluían en su mente y en su dolido corazón le hacían una chica herida, como un niño que ha perdido su juguete favorito.

Amor, cuán difícil sentimiento. Tan gratificante y cálido, pero duro e hiriente a la vez. Era feliz con su "amor". Lo era tanto que daba todo por él. Cualquier simple petición era concebida por ella, ciega para ver que estaba siendo utilizada.

Tantos días juntos, momentos juntos, que parecían ser reales. Poco a poco, su tiempo libre pasó a ser un regalo para el “amor de su vida”. No se daba cuenta de que se estaba convirtiendo en una miserable esclava. Una esclava de las palabras que salían por la boca de tan despreciable chico.

Y entonces, llegaron las solitarias noches. Él se iba de fiesta todas las noches de la semana y ella, sola y triste, esperando a su llegada. Iba con chicas, demasiadas para el gusto de ella, pero no decía nada. Callaba por no fastidiar su “relación”. El problema era que ella era la única que participaba.
Hasta que llegó el día en que dejó de ser útil y fue abandonada como una vieja foto de un antiguo álbum. Rota y desolada. Las únicas que estaban a gusto eran las cristalinas lágrimas que fluían por las mejillas de su antes alegre rostro, donde ahora sólo hay dolor y desesperación.

Ella dio todo por él pero él no hizo nada.

Días pasaban, y la destrozada chica no salía de casa. Sola, encerrada en su habitación, dando salida a todas sus tristes lágrimas. Su habitación se convertía en un mar de emociones, donde ella pilotaba el barco que las capturaba. Todas ellas eran malas, de las cuales ella, deshacerse intentaba. Lo único que conseguía es que, con el tiempo, su alma fuera maltratada.

Un alma en la cual, la felicidad, antes era la emoción prioritaria. Ella siempre sonreía a la vida, era alegre y no tenía ningún drama. Compartía su felicidad con sus seres queridos. Esa cualidad era muy envidiada. 
¿Quién no querría tener tan gran talento? Ser capaz de deshacerse de la tristeza de un lugar y reemplazarla por alegría. Eso, amigos míos, es a lo que llamo una cualidad admirable. La cual nunca debe perderse por un simple desliz en tu vida diaria.

Sus amigas comenzaron a preocuparse. La llamaban, y cada una de esas llamadas era rechazada, o simplemente ignorada. La triste chica no tenía fuerzas para nada. No quería hablar, ya no reía como antes, sólo lloraba y lloraba. Cual triste desdicha, era lo sucedido a esa destrozada muchacha.

Ella quería salir de ese gran atasco que ahora era su vida. Pero no se dejaba ayudar. La puerta de su habitación siempre estaba cerrada, igual que la de su corazón. Sus padres se preocupaban, pero no podían hacer nada. Esa deprimida chica estaba sufriendo, y no era lo que ella merecía, no había hecho nada para merecer tal maldición, que era incurable, según lo que ella pensaba.

Estuvo pensando sobre su desesperada situación. ¿Qué debía hacer para volver a ser la feliz chica que una vez fue? Cogió una bonita pluma y una hoja de papel. Empezó a escribir todo lo que le había pasado al largo de su vida, lo bueno y lo malo. Recuerdos de su vida cuando era tan solo una pequeña niña. Y los recuerdos aparecían mientras ella crecía, la gran mayoría eran felices hasta el momento que conoció a este detestable chico. Y pensó: “¿Por qué debería estar triste por tal horrible persona? Mis sentimientos no caen tan bajo como para depender de lo que ese chico haga.”

Y entonces es cuando por fin puso final a ese lío de vida que ahora llevaba. La vida debe continuar, y ella se dio cuenta de que no quería vivir el resto de su larga existencia viendo cómo se mezclaban sus tristes lágrimas con las sábanas de su acogedora cama. Se arregló y salió a la calle. Lista para enfrentarse a cualquier desafío. Porque a ella, nadie podría derrotarla.

Ella es libre, por fin. Libre para hacer lo que más le plazca. Libre para ir donde quiera, sin tener que depender de nadie. Con el viento, haciendo danzar a su bonita melena, se llevó todas esas lágrimas y, con ellas, todos esos tristes e hirientes recuerdos, dando paso a la felicidad que representa a esa preciosa chica.

Ahora ella es feliz, porque el viento se llevó lo malo y dio paso a una nueva brisa de alegría y felicidad. Lo que antes era triste, ahora es agradable y ese gran cambio, lo notaban todas sus amistades.

Así, esa triste chica por un desamor de una horrible persona, volvió a ser feliz, y le dio una lección a la vida. 
No hay enemigo capaz de hacer que no seas feliz. Porque, si buscas en tu interior, hallarás la fuerza que te ayudará a derrotarlo. Porque, aunque no te des cuenta, eres más fuerte de lo que puedas imaginarte.

Cree siempre en ti, y ten en cuenta esta historia. Se feliz durante esta vida, porque cuando te des cuenta, se habrá hecho corta. No debes llenarla de tristes lágrimas, si no de dulces sonrisas que reviven el alma.





viernes, 25 de abril de 2014

Recuerdos basados en lágrimas y finas líneas de sangre.

Ya había perdido la cuenta. Ya ni siquiera los sentía. Mis brazos ardían de dolor y mis ojos estaban borrosos. Por mis brazos caían pequeñas líneas rojo carmín que acababan su trayecto en el antes blanco suelo de mi baño. Mi sufrimiento aumentaba por los miles de recuerdos de mi amarga vida. Cada corte era esclavo de un triste recuerdo y, al mismo tiempo, estaba acompañado con otras mil lágrimas. No sé si me dolían más mis profundas heridas o todos los crueles momentos que he tenido que vivir.

El dolor ya era incluso agradable para mí. Era el único que, por así decirlo, me hacía feliz. Cubría el sufrimiento que era mi vida con hirientes y, a la vez, dulces cortes. Era el único dolor que no me recordaba cómo era mi triste vida. El único que no se reía de mí y ni me encontraba como un objeto de burla. El que me respeta tanto como yo a él, porque lo conozco, sé de lo que es capaz, y me agrada. El poder de herir y a la vez aliviar es impresionante para mí y es felizmente bienvenido a los sentimientos de mi dolido corazón.
Por cada vez que paso el filo de mi cuchilla por mi piel bañada con sangre, miles de recuerdos recorren mi mente: las risas de esas niñas tan insoportables, los golpes que al salir del instituto recibía como un regalo por existir en este cruel mundo y no ser correspondida, las discusiones con mis profesores por “estar en las nubes”, ¡ja!, nubes dicen, a eso se le llama paraíso y de ahí yo estoy muy lejos. Después volver hacia lo que ni siquiera se puede llamar hogar, ya que vivo con mis padres que, aparte de estar siempre discutiendo y gritando, me ignoran. Nunca he sido la hija que ellos querían ni jamás lograré serlo, por mucho que me esfuerce, siempre tendrán una visión de “hija modélica” que no está al alcance de mi ser. Y lo siento por eso, sé que no soy más que una mera molestia y carga para ellos y eso me duele, el hecho de que sólo existo en este mundo por error, que no debería haber aparecido y por un fallo de este mundo llegué a la luz un 29 de Febrero, sí, nací en ese día tan peculiar, que solamente aparece en el calendario cada 4 años. Tampoco es que la gente recuerde que ese día es mi cumpleaños, lleva 14 años siendo así y mi único regalo siempre ha sido el conjunto de golpes que me propinaban los “compañeros” de mi clase.

¡Zas! Otro corte más para mi colección, y así sucesivamente, porque mi vida está llena solamente de dolor y sufrimiento, maltrato físico y psicológico, culpabilidad y sentimiento de inutilidad, que es realmente lo que soy, una inútil. Una inútil que no es capaz de hacer nada bueno con su vida. Una inútil que lo único que sabe hacer es encerrarse y llorar, llorar hasta que cae en la deriva del sueño y deja de hacerlo porque pierde el control sobre su cuerpo. Si es que, ¿quién querría relacionarse con un bicho raro como yo? Sólo se lamentarme, quejarme de que mi vida es una mierda y de que soy una incomprendida. Una chica que disfruta del dolor que se implica ella misma, y que lo saborea y observa con lujuria. Con unos ojos de loca y psicópata que parecen no tener remedio.

¡Zas! Ya no sé cuántos me he hecho hoy. Sólo sé que muchos, y todavía no han llegado a su fin. Continúo lamentándome de lo sola y triste que estoy. Y todo esto, no es nada más que mi culpa. Mi culpa por ser diferente a los demás, por vestirme de negro los días felices y de colores brillantes en los días de tristeza. Por disfrutar de la lluvia y la soledad en vez del Sol y la compañía. Soy de esos seres que prefieren vivir con la tranquilidad que la noche otorga ante el ruido y bullicio del día.

De la sangre acumulada, se me ha resbalado mi cuchilla. Me quedo contemplándola en el suelo, allí quieta, sin moverse, incapaz de volver a mi mano y mi mano incapaz de ir hacia ella. Mis ojos están mirando el boceto que hay en mi brazo. De líneas rojas y profundas brota muchísima sangre, alguna ya se ha coagulado y yo estoy mirándolo, con ojos brillantes por lágrimas y felicidad. Estoy llorando otra vez, pero esta vez de felicidad. Porque por fin estoy sola, protegida entre las paredes de mi baño. Donde nadie puede hacerme daño, tan solo esa pequeña cuchilla que más bien me hace un favor. Hace que el fin de mi miserable vida se aproxime a una velocidad impresionante y, a la vez, se hace eterna la espera por su llegada.

Mis manos se mueven por si solas y cogen la diminuta cuchilla. Mis brazos ya están cubiertos de cortes, mis piernas también y el resto de mi cuerpo también lo está. Sólo me queda libre un pequeño redondel de mi cuello. Allí donde está la fina línea que puede acabar con mi sufrimiento en un abrir y cerrar de ojos, unos ojos que ya nunca más volverán a ver la luz del día. Quizás la luz blanca que ansío tanto.

Dirijo mi cuchilla hacia allí. El filo de la cuchilla está prácticamente rozando mi piel. Ya siento como me empieza a temblar la mano y escalofríos recorren mi espalda. Son de los nervios de que no pueda acabar ya de una vez con mi amarga realidad. Comienzo la cuenta atrás y me preparo para decirle adiós a este mundo que todos conocemos como la Tierra.

10…

9…

8…

7…

Flashbacks de momentos de mi vida transcurren delante de mis ojos. Todos ellos tristes.

6…

5…

Los rostros de las personas que me han sacado millones de lágrimas veo como se ríen de mí. Como los odio. Suerte que pronto dejaré de verlos.

4…

3…

Mi cuchilla está profundizándose en mi piel y finas líneas de sangre comienzan a brotar de allí.

2…

Adiós, mundo cruel.

1…





lunes, 14 de abril de 2014

Olor de libro. (Concurso Galatea)

¡Saludos, queridos lectores! Este texto que ahora estáis a punto de leer, es un pequeño relato que escribí para un concurso de una librería llamada Galatea. El tema del relato era "Olor de libro" y de allí, tenías que dejar florecer a tu imaginación y escribir lo que te inspiraran esas tres palabras. Es una pequeña reflexión de lo que para mí significan los libros. Espero que os guste y que disfrutéis de la lectura.
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En ciertas ocasiones, siento como si necesitara desconectarme de la sociedad donde ahora vivo. Mi deseo es poder huir de esta amarga realidad que ahora es rutina en la vida de las personas. Así que siempre que puedo, me hundo en las profundidades de un mágico libro, sí, MÁGICO. Cuando lees un libro es como si te transportaras a un mundo de fantasía donde todo es mágico, fantástico, extraordinario. Donde una historia te lleva a un mar de sentimientos y emociones, y a una tierra repleta de esperanza y aventura. Contra más lees, más te profundizas en las páginas del libro y caes en su influjo. Un influjo que  te embriaga y te traslada a una realidad inigualable, que se vincula con tu mente y crea un aura de aislamiento a tu alrededor, que te lleva a vivir millones de experiencias increíbles que se van acumulando por cada libro leído, las cuales siento con tan solo su olor... El olor de libro.